Obras de misericordia

Son fruto de la caridad, generan paz en el corazón y en la vida de los hombres.

Misericordia

Dios manifestó a su pueblo el camino de la misericordia como senda de purificación de los pecados y como momento privilegiado de comunión y servicio a nuestro prójimo.
Las obras de misericordia son presentadas por el profeta Isaías:

"¿No será mas bien ese otro ayuno que yo quiero:
desatar los lazos de la maldad,
deshacer las cadenas del yugo,
dar libertad a los oprimidos y arrancar toda esclavitud?
¿No será partir con el hambriento tu pan,
y a los pobres sin hogar recibir en tu casa?
¿Que cuando veas al desnudo lo cubras y de tu semejante no te apartes?
Entonces brotará tu luz como la aurora y tu herida se curará rápidamente."


La misericordia es una forma de la caridad que se inclina hacia quienes sufren algún tipo de miseria.
La Caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por ese amor a Dios.
Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo, amando a los suyos hasta el fin, manifestando el amor del Padre.
"Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes, permanezcan en Mi amor."
Juan 15,9

Las siete obras de misericordia corporales

Clickeá sobre cada una para aprender de qué se tratan.

Pertenece al núcleo del evangelio. Es una exigencia para todos los cristianos.
La misericordia se manifiesta en el alimento corporal dado al que lo necesita.
Nuestra devoción nos conduce a este tipo de caridad, no sólo en circunstancias extremas, sino en cualquier momento y a cualquier persona que lo necesite.

Se trata de la sed corporal, de la necesidad de bebida para evitar la deshidratación.
Esta obra no sólo se refiere a una actitud individual, sino que tiene una marcada incidencia social.
Evitar el derroche de agua, promover el descubrimiento de agua en zonas difíciles, contribuir al saneamiento e higiene de lugares que carecen de agua y son foco de enfermedades.
Jesús se identificó con el sediento, el que no tiene agua y el que enfermó por beber o higienizarse con agua dañada.

Existen millones de personas que nunca en su vida podrán adquirir, por ejemplo, un par de zapatillas.
La misericordia nos llama a salir al encuentro de esa necesidad.
Mientras llega la hora de una justicia mejor, los católicos no podemos cruzarnos de brazos mientras nuestros hermanos sufren.

En el enfermo se manifiesta con claridad la vulnerabilidad de la existencia humana.
El enfermo es un necesitado, no sólo de cuidado sanitario, sino de afecto, consuelo y elevación espiritual.
Cristo mismo sufrió graves dolores y heridas el Viernes Santo.
La tortura, la traición y el abandono vulneraron Su cuerpo humano.
él también estuvo preso y, por consiguiente, sin posibilidad de ser ayudado.
Jesús nos pide visitar sin enjuiciar, con actitud de hermano frágil y vulnerable como quien recibe la visita.

Las peregrinaciones no han terminado.
Ya no se hacen como antes, pero siguen existiendo y pertenecen al mundo religioso de los que buscan a Dios y lo adoran.
Albergar al peregrino es un llamado a los ciudadanos para ayudar y animar a los que llegan buscando la misericordia de Dios.
Poner a disposición sanitarios, bebidas, remedios y un lugar de descanso es una manera de recibir al peregrino, que es Cristo.

Exiten hoy nuevos esclavos y hay que redimir nuevas esclavitudes que amenazan a la humanidad:
La manipulación, la violencia, las adicciones, la extorsión, la corrupción, los negociados, los privilegios, el trabajo esclavo y la trata de personas.
Los cristianos queremos marcar la diferencia en una sociedad cuyos principales intereses son el éxito económico y la diversión.

Los devotos de Jesús Misericordioso nos esmeramos en preparar las tumbas de los difuntos para las visitas de oración al cinerario parroquial. Proponemos tres visitas:
La primera, en la mañana de Pascua para los que participaron en la Vigilia Pascual que comienza en las últimas horas del Sábado Santo.
La segunda, en el día del aniversario del fallecido, que es como el nacimiento para el Cielo; y la tercera, alrededor del 2 de Noviembre, que se conmemoran a los fieles difuntos.

Las siete obras de misericordia espirituales

Clickeá sobre cada una para aprender de qué se tratan.

Jesús nos dice:
"Si un ciego guía a otro los dos caerán en un pozo."
Mt. 15, 14
Hay muchos desorientados cerca nuestro, pero difícilmente podríamos mostrarles el camino si no hay luz dentro nuestro.
El consejo que corresponde dar no es sólo de palabra: es el testimonio de una vida limpia y entregada.
Es la luz de vivir en la verdad, con todo lo que eso cuesta.
Aclaremos e iluminemos cuando es preciso, para que el prójimo pueda adquirir libertad espiritual.

Jesús nos dice:
"El que cumpla y enseñe los mandamientos será grande en el Reino de los Cielos."
Mt. 5, 19
La ignorancia verdadera es un atenuante moral. Pero, tristemente, hay algunos que desean mantenerse en la ignorancia para no asumir sus compromisos.
Es una ignorancia afectada y es preciso instruirlos.
¿Quién conoce el Evangelio y vive de Jesús perfectamente?
Los santos nos dieron ejemplo, ansiando salir de su ignorancia.

Ha sido norma de la vida en la Iglesia que los errores deben corregirse apenas detectados.
Si un hermano peca, hay que corregirlo inmediatamente.
San Pablo explica cómo debe hacerse la corrección:
"corregir con dulzura."
La corrección debe ser fruto del Espíritu Santo, por consiguiente, humilde; pero no se debe dejar pasar.

Jesús dice:
"Felices los afligidos porque Dios los consolará."
Mt. 5, 5
Hay consuelo de Dios, que él hace por medio del Espíritu Santo directamente en nuestro corazón. Pero, además, Dios se vale de nosotros para consolar a los demás.
No se trata de decir a la gente: no llores, sino de buscar las palabras de la Escritura que mejor sirven para cada situación.
Lo mejor es acostumbrarse a rezar, meditar y repetir los Salmos: en ellos encontraremos el mejor consuelo para dar.

San Pablo dijo a los cristianos de éfeso:
"Con mucha humildad, mansedumbre y paciencia, sopórtense mutuamente por amor."
Ef. 4, 2
A veces nos cuesta comprender que las dificultades de la ancianidad o la enfermedad deterioran a los seres queridos y que ya no reaccionan como quisiéramos.
La relación se hace difícil. Es momento de elevar nuestra vida de unión con Dios, pues, sin la gracia del Espíritu Santo no podremos ser misericordiosos con los que nos necesitan.

Esta obra de misericordia es la más costosa, tanto que Pedro preguntó a Jesús cuántas veces debería perdonar al que lo ofendise. La respuesta de Jesús: "setenta veces siete" Mt. 18, 21-22, significa siempre.
Lo que Jesús nos pide parece imposible:
"Yo les digo: amen a sus enemigos, ruegen por sus perseguidores."
Mt. 5, 44
Poco a poco el Espíritu Santo nos permitirá realizar este ideal de santidad, como lo hizo Santa Faustina.

Este es un aspecto de la vida del cristiano que solemos descuidar:
la oración de intercesión.
Intercesión quiere decir que nosotros pedimos por los demás.
Es un acto de caridad especial que va constituyendo el tejido íntimo de la Iglesia.
San Pablo decía a una comunidad:
"Oramos y pedimos sin cesar por ustedes."
Col. 1, 3-9; Hech. 8, 15
Conviene acostumbrarse a orar incesantemente por nuestros parientes más cercanos, y no sólo por los vivos, sino también por los difuntos.
Santa Faustina intercedía constantemente por los pecadores, los moribundos y las almas del purgatorio.